El sistema capitalista neoliberal que actualmente
dirige nuestras vidas es como un salteador de caminos
que cada día nos está gritando: ¡la bolsa o la
vida! Si le damos la bolsa nos vemos relegados a la
pobreza e incapaces de disfrutar de tantas cosas que
nos gustaría poseer. Si, por el contrario, luchamos
duramente por mantener o aumentar el contenido de
nuestra bolsa (léase cuenta corriente), se nos va la
vida en
ello.
Necesitamos dinero para vivir. Y para conseguirlo
tenemos que entregar la vida. Una vez que hemos
conseguido el dinero que deseábamos, para qué nos
sirve si ya no tenemos tiempo ni ganas para
disfrutarlo. Algunos cabezas de familia trabajan desde
la siete de la mañana hasta las diez de la noche. Lo
hacen para poder mantener vivos a los miembros de
su familia. Vuelven a sus hogares derrumbados
de cansancio o de estrés, sin tiempo ni ganas para
hablar con sus hijos, ni para deleitarse con las
primeras palabras del
bebé, ni para apreciar la necesidad de cariño
de su esposa.
El nuevo grito de los nuevos salteadores de camino no
es ya ¡la bolsa o la vida!, sino ¡dinero o tiempo!
Si eliges tiempo te quedas sin dinero. Si eliges
dinero, te quedas sin tiempo. Los nuevos (aunque tan
viejos) salteadores de camino están dispuestos a
darte algo de dinero si le entregas la mayor parte de
tu tiempo productivo para que ellos puedan seguir
acumulando más dinero del que necesitan. Por otra
parte, los que no tienen trabajo disponen de muchísimo
tiempo pero no saben cómo utilizarlo porque carecen
del dinero necesario para moverse en este mundo. Este
es el chantaje que unos pocos listos imponen por la
fuerza a la mayoría.
La solución a este dilema no puede ser otra que la
del reparto del tiempo productivo, del tiempo de ocio
y del dinero.
Debemos responder: ni la bolsa ni la vida, sino
reducción de la semana laboral a 35 horas a cambio
del mismo salario, a fin de que todos los trabajadores
puedan disfrutar de tiempo libre en sus vidas y del
nivel de ingreso necesario para vivirla dignamente.
Dokushô
Villalba
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