.
El
Budismo Mahayana se ha caracterizado por su
flexibilidad y su capacidad de interrelacionarse con
los valores culturales propios de cada cultura con la
que se ha encontrado en su expansión continúa desde
sus orígenes hasta nuestros días. Esta capacidad de
diálogo y de interfecundación ha sido uno de los
factores que han hecho del Budismo Mahayana una fuerza
espiritual viva, activa y abierta a los signos de los
tiempos.
En
Occidente, desde Freud, el estudio de las estructuras
emocionales y psicológicas humanas ha pasado a formar
parte de nuestro acervo cultural y sus descubrimientos
se han convertido en referencias importantes para gran
parte de los seres humanos que habitamos en los paises
llamados desarrollados. Desde Freud, la psicología
occidental ha evolucionado mucho dando lugar a un gran
número de escuelas, interpretaciones y puntos de
vista.
Actualmente,
las psicoterapias forman parte de la vida cultural
cotidiana de Occidente. Cada vez son más las
consultas, los seminarios, los talleres de estudio y
las personas que siguen algún tipo de apoyo emocional
y psicológico en forma de psicoterapia.
En
mi experiencia como maestro de meditación Zen vengo
dirigiendo desde hace quince años unos veinte retiros
de meditación Zen al año a lo largo de la geografía
española. Cientos de personas han participado en
estos retiros a lo largo de estos años. He podido
comprobar que existe un gran número de personas con
desequilibrios en su estructura emocional y
psicológica. Muchas de estas personas han seguido o
están siguiendo algún tipo de tratamiento
psicoterapéutico. Debido a esto comencé a
interesarme por los principios y la manera de operar
de los principales sistemas psicoterapéuticos. He
dedicado varios años al estudio intenso de estos
sistemas Y he conversado o mantenido sesiones de
trabajos con importantes psicoterapeutas españoles.
Como resultado de este trabajo de investigación he
puesto en funcionamiento un seminario de estudio
llamado "Psicoterapia y Meditación Zen",
que desde hace varios vengo impartiendo en distintas
ciudades españolas.
El
presente artículo es un resumen de mi experiencia en
el campo de la Psicoterapia y de la Meditación Zen.
Psicoterapia
y Budismo.
Siento
que la Psicoterapia y el Budismo tienen los mismos
fines, si bien su campo de acción dentro del espectro
de la conciencia humana, y por ende sus herramientas,
son distintos.
Más
allá de la cínica definición de la psicoterapia
hecha por Freud, para quien el fin de la terapia era
"pasar del sufrimiento extremo propio del
neurótico la miseria normal de la vida
cotidiana", hoy día se concibe la psicoterapia
como un medio de comprender las causas de las
perturbaciones mentales, somáticas, emocionales y
energéticas, y como un método, práctico de
restablecer el equilibrio perdido o nunca
experimentado. A esto debe añadírsele las últimas
aportaciones de la psicoterapia transpersonal cuya
meta ya no es sólo la de restablecer el equilibrio
sino también la de favorecer la evolución y el
crecimiento psico‑espiritual. En pocas palabras,
el fin de la psicoterapia, considerada en sentido
global, no es otro que el de contribuir a la paz, al
bienestar, a la felicidad de los individuos, mediante
una reestructuración de sus mecanismos mentales,
corporales y emocionales.
Las
herramientas que para ello usa la Psicoterapia vienen
dadas por los métodos psicoterapéuticos que a lo
largo de los años han desarrollado las distintas
escuelas.
También
el Budismo surgió en este mundo con el fin de ayudara
los seres humanos a comprender las causas de sus
sufrimientos y de conducirles a la resolución de los
mismos. La decisión del príncipe Gotama de abandonar
su familia, su reino y su vida palaciega, vino dada
por su confrontación con la enfermedad, la vejez y la
muerte. El príncipe Gotama estudió y practicó los
distintos sistemas filosóficos y yógicos de la
época, pero fue sólo a través de la práctica de la
meditación como pudo alcanzar el fin deseado.
La
Psicoterapia y el Budismo tienen los mismos fines. La
pregunta esencial para ambos podría ser: ¿Cuál o
cuáles son las causas de los innumerables
sufrimientos corporales, emocionales, mentales y
espirituales que experimentamos los seres humanos en
el transcurso de nuestra existencia y qué y cómo
podríamos hacer para ponerles fin? ¿De dónde surgen
estos sufrimientos?
A
pesar de que éstas son las preguntas esenciales tanto
de la Psicoterapia como del Budismo las respuestas son
diferentes, aunque no excluyentes ni necesariamente
antagónicas.
Estas
respuestas sólo son diferentes por el hecho de que la
Psicoterapia se ocupa de campos de la conciencia
humanas diferentes de los que se ocupa el Budismo.
Siendo sus campos de acción diferentes, sus
herramientas también lo son. Esto no ocurre sólo en
la relación de la Psicoterapia con el Budismo sino
también dentro de la misma Psicoterapia, cuyas
distintas escuelas responden también de manera
diferentes y operan de manera diferentes, porque se
ocupan de diferentes niveles de la conciencia humana.
El
espectro de la conciencia.
Hasta
hace pocos años era imposible pensar en un
acercamiento entre la Psicoterapia y el Budismo, o
entre la Psicoterapia y la Espiritualidad en general.
En Occidente, la psicología ha luchado mucho por ser
reconocida como una ciencia empírica basada en un
modelo de pensamiento racionalista. Para muchos
psicoterapeutas racionalistas, las necesidades y las
experiencias espirituales de sus pacientes no eran
más que patologías del carácter, o falsa
sublimación de necesidades ordinarias insatisfechas.
Por
otro lado, muchos líderes y maestros espirituales
tradicionalistas, tanto budistas como de otras
religiones, han considerado las prácticas
psicoterapeuticas como una aberración o como un
acercamiento excesivamente pagano o racional al
problema del alma y del sufrimiento humanos. Además
se ha dado un conflicto de celo profesional: muchos
sacerdotes de distintas religiones han considerado a
los psicoterapeutas como unos intrusos en el campo del
alma humana, una especie de sacerdotes paganos que
recurren a métodos no trascendentales para sanar la
mente y el corazón de los seres humanos.
Hoy
día, no obstante, tanto en América como en Europa,
se asiste a un acercamiento y a una interrelación muy
fructífera entre los planteamientos de las diferentes
escuelas psicoterapeuticas y las diferentes
tradiciones espirituales.
A
este acercamiento ha contribuido mucho la obra y el
pensamiento de Ken Wilber, uno de los más grandes
pensadores occidentales actuales en el estudio de la
conciencia, quien ha elaborado una sólida teoría
sobre la conciencia humana que incluye tanto los
principales descubrimientos de la psicología y de la
filosofía occidental como la visión del Budismo
sobre el ser humano. Mi trabajo se basa en gran parte
en los descubrimientos y en la síntesis de Ken
Wilber.
Ante
todo debemos hacemos algunas preguntas: ¿Encontramos
en el Budismo respuestas claras y concretas y métodos
de sanación para todos los diversos tipos de
sufrimientos del ser humano? Mi respuesta es no. En el
Budismo, por ejemplo, no encontramos enseñanzas ni
indicaciones precisas que nos permitan diagnosticar
una apendicitis ni el método exacto para proceder a
una intervención quirúrgica de extirpación. El
Budismo no se ocupa de resolver el sufrimiento
provocado por una disfunción corporal.
Y
por otra parte, ¿encontramos en las psicoterapias
respuestas claras y concretas y métodos de sanación
para todos los diversos sufrimientos del ser humano?
Está claro que la respuesta es no. Esto debe bastar
para hacernos ver que tanto la Psicoterapia como el
Budismo (o cualquier otra vía de realización
espiritual) operan sobre campos o niveles concretos de
la Conciencia humana.
Para
poder comprender el campo de acción en el que opera
tanto la Psicoterapia como el Budismo, debemos
elaborar un mapa amplio de la conciencia humana y
percibirla como un espectro, es decir como algo
constituido por distintas franjas o niveles. Fundiendo
en un solo mapa ampliado las tradiciones orientales y
occidentales que se han ocupado del estudio de la
conciencia humana podemos disponer de una topografía
amplia y rica del espectro de la conciencia, que nos
permita tener una perspectiva amplia y descubrir
complementariedad allí donde antes sólo veíamos
contradicciones.
Este
mapa nos permite comprender que los diferentes
sufrimientos que experimentamos los seres humanos son
generados en distintos niveles de la conciencia y que
existen diferentes herramientas apropiadas para sanar
sufrimientos diversos surgidos de diversos niveles de
la conciencia.
Los
distintos niveles de la conciencia.
Cabe
definir la historia de la vida humana como un camino
que va desde el sueño de la subconsciencia al
Despertar de la supraconciencia, pasando por la etapa
intermedia de la autoconciencia (o conciencia de yo).
En
este camino podemos observar la aparición, el
desarrollo y la trascendencia de doce niveles
básicos. Estos doce niveles de conciencia van
emergiendo cronológicamente en el transcurso de la
evolución del individuo, constituyendo cada uno de
ellos un estadio determinado en el desarrollo total de
su Conciencia. Estos niveles se organizan
jerárquicamente desde lo inferior a lo superior. (La
cualidad de inferior o superior viene dada por el
grado menor o mayor de complejidad y por la amplitud
del campo de conciencia de cada nivel. Así por
ejemplo., un nivel superior incluye necesariamente a
todos los niveles jerárquicamente inferiores y al
mismo tiempo los trasciende, es decir, accede a una
mayor complejidad y amplitud de campo).
Uno
de los rasgos más característicos de los niveles de
conciencia es que, una vez que emergen en el
desarrollo evolutivo, siguen existiendo en la vida del
individuo durante el desarrollo del nivel
subsiguiente. Incluso en el caso de que un determinado
nivel sea finalmente trascendido, subsumido y
subordinado en un nivel superior conserva, sin
embargo, una relativa autonomía e independencia
funcional.
Estos
doce niveles son:
-
01
Tendencias kármicas.
-
02.
Concepción (padre, madre, circunstancias).
-
03.
Gestación y nacimiento biológico. PRE-PERSONAL,
PRE-RACIONAL.
-
04.
Nivel fisico-sensorial.
-
05.
Nivel emocional-sexual.
-
06.
Nivel Mente Representativa.
-
07.
Nivel Mente Operacional (regla-rol). PERSONAL,
RACIONAL.
-
08,
Nivel Mente Reflexivo-formal.
-
09.
Nivel Mente Lógico-existencial.
-
10.
Nivel Psíquico.
-
11.
Nivel Sutil. TRANS-PERSONAL, TRANS-RACIONAL.
-
12.
Nivel Causal.
Breve
descripción de estos niveles.
Esta
descripción de la conciencia humana en doce niveles
no pretende ser exhaustiva ni definitiva. Se trata
más bien de un mapa de trabajo confeccionado a partir
de los descubrimientos de la psicología evolutiva
occidental y de las enseñanzas que encontramos tanto
en el Budismo como en otras vías de realización
espiritual.
Nos
resulta fácil comprender la conciencia humana formada
por capas distintas que van emergiendo evolutivamente
en la vida de un individuo hasta formar una especie de
cebolla.
1.
Las tendencias kármicas son las corrientes
energéticas invisibles que van a condicionar las
circunstancias de la concepción, del nacimiento y de
las tendencias generales de la vida del individuo.
2.
En el momento de la concepción, tiene lugar la
materialización de las tendencias kármicas junto con
las condiciones kármicas del padre, de la madre y de
las circunstancias de la concepción misma. Según el
Budismo, el nuevo ser recién concebido no es solo
fruto de la herencia genético de los padres, sino
también de las tendencias kármicas que en ese
momento 'renacen'. Las circunstancias de la
concepción es también un factor que condicionará el
desarrollo del embrión.
3.
La gestación y el nacimiento biológico están
condicionados por los dos niveles anteriores y a su
vez condiciona a los demás niveles que deberán
emerger. Si las condiciones de la gestación y del
nacimiento no han sido favorables, las impresiones
recibidas por la gestante permanecen en su
subconsciente convirtiéndose en causas de trastornos
físicos, emocionales y psicológicos.
4.
Con el nacimiento biológico tiene lugar la
separación del cuerpo físico del recién nacido del
cuerpo de la madre. Aún así el bebé no despierta
enseguida la conciencia de ser un yo separado. En esta
fase, el bebé comienza a desarrollar paulatinamente
la conciencia de ser un cuerpo distinto del cuerpo de
la madre. Este proceso de separación es sumamente
importante y un trastorno en este momento repercute en
la vida posterior del individuo.
5.
El siguiente paso en el proceso de consolidación de
un yo separado es el emocional-sexual. En este nivel,
el bebé no sólo se vive a sí mismo como un cuerpo
separado sino también como una motivación
(volición) separada de la de su madre, El bebé
descubre sus propias necesidades emocionales y de
placer y las articula alrededor de un yo emocional‑sexual.
6.
Paulatinamente, alrededor de los tres años, el niño
comienza a desarrollar su mente representativa, es
decir, su yo comienza a desplazar su centro de
identificación de lo corporal y lo emocional y pasa a
centrarlo cada vez en su mente representativa. Esta
mente, al principio está formada sólo de imágenes,
pero poco a poco, estas imágenes van dando paso a los
símbolos. El niño entra en el mundo simbólico de la
mente y su yo comienza a ser un yo simbólico‑mental.
7.
En el nivel operacional el niño se percibe a sí
mismo como un yo mental interactuando con otros yo
mentales. Piaget llamó a este nivel 'operacional'
porque permite al niño operar sobre el mundo y sobre
su propia mente e interactuar en el ámbito de la
cultura mediante la capacidad de asumir y de
comprender roles y reglas. Suele emerger alrededor de
los siete años y constituye el rito de paso de la
primera a la segunda infancia. Aquí comienza la
socialización por lo que este es el nivel del yo
social.
8.
En el nivel reflexivo, la mente no sólo es capaz de
realizar una actividad simbólica como pensar o
interactuar con otras mentes asumiendo reglas y roles
sino que además es capaz de pensar sobre el
pensamiento mismo, es decir, comienza a ser capaz de
pensar sobre ella misma. Se vuelve reflexiva. Esta
capacidad de reflexión vuelve a cada individuo único
y singular y contribuye enormemente a la creación de
una imagen propia, o ego, distinto y diferenciado de
todos los demás egos. Es la culminación del proceso
de individuación.
9.
El siguiente nivel es llamado 'lógico' porque el
individuo desarrolla su capacidad de reflexión hasta
el punto de llegar a conocer los patrones o leyes
profundas que rigen su pensamiento o su reflexión.
Este es el nivel filosófico por excelencia. El
individuo se vuelve capaz de conocer el proceso mismo
por el que llega a conocer. También se le llama
'existencial' porque en este nivel el individuo torna
conciencia de su propia separatividad y de su
impermanencia como ser individual, de su
transitoriedad y de su mortalidad. Este es el nivel en
el que se desenvuelven los grandes filósofos tanto
occidentales como orientales. Es el trampolín
adecuado para saltar más allá del pensamiento y del
ego hacia la trascendencia.
10.
En el nivel psíquico el ser comienza a tomar
conciencia de sí mismo más allá de la
individualidad, más allá del pensamiento racional e
incluso más allá de los límites del espacio‑tiempo.
Este es el primer paso en la trascendencia del ego, de
la cultura humana, del nacimiento y de la muerte. La
telepatía, la sincronicidad (Jung), la premonición,
el conocimiento de vidas pasadas y la capacidad de
predecir el futuro son fenómenos típicos de este
nivel, propio de los yoguis y de las personas que
poseen los llamados 'poderes extrasensoriales'.
11.
Más allá de este nivel psíquico y en aquellas
personas que acceden a este nivel de evolución de la
conciencia, el ser entra en contacto con las
energías. sutiles que subyacen al mundo aparente del
samsara, o maya. Este es el mundo de los arquetipos
celestiales (devas, ángeles, yiddam, bodhisattvas,
luz divina, sonidos celestiales, mantras), de las
emanaciones más sutiles de la fuente original de la
vida. Este es el mundo del cuerpo samboghakaya del
Buda.
12.
Por último nos encontramos con el nivel causal. Este,
más que un nivel más a añadir a los otros, es el
nivel en el que el ser retorna a su origen y entra en
contacto con la fuente misma de todos los demás
niveles, más allá de cualquier forma. Es la
realización del dharmakaya y de la esencia de toda
manifestación (Principio Absoluto, Vacuidad, Sunyata,
Dios sin forma y sin nombre). En el Budismo este
sería la realización de la Suprema y Perfecta
Sabiduría (anokutara samyaku sambodhi). El nivel
propio de un Buda plenamente realizado.
Cada
uno de estos niveles sigue un proceso concreto de
emergencia y de desarrollo. Y para cada uno de ellos
existen condiciones favorable y condiciones
desfavorables. En cada uno de ellos pueden darse
trastornos de desarrollo que en los casos graves dan
lugar a 'patologías'. Estas patologías se
manifiestan en forma de dolor o sufrimiento. Cada
nivel tiene su propia forma de dolor o de sufrimiento.
Estos
doce niveles pueden ser agrupados en tres Reinos: Pre-personal
(subconsciente) (del 1 al 5 nivel), Personal
(autoconsciente) (del 6 al 9) y Trans-personal
(supraconsciente) (del 10 al 12). Cada uno de estos
niveles tiene rasgos característicos y dinámicas de
desarrollo propias.
La
evolución natural de la conciencia va desde el sueño
de la subconsciencia al despertar de la
autoconciencia, y desde aquí al Despertar de la
supraconciencia (o realización de la naturaleza
original de la Conciencia). Incluso en los casos en
los que esta evolución se desarrolle normalmente, la
trascendencia de un nivel inferior que se produce
cuando emerge el siguiente nivel superior genera casi
siempre un cierto dramatismo, una situación de crisis
una experiencia de muerte-renacimiento, generalmente
acompañada de un cierto dolor e incertidumbre.
A
mi modo de entender, las psicoterapias y las vías de
realización espiritual han surgido como herramientas
para ayudar a superar las crisis provocadas por las
emergencias de los nuevos niveles de conciencia y
también como herramientas para sanar las patologías
que pueden darse en el desarrollo de cada uno de estos
niveles. No obstante, las psicoterapias y las vías de
realización espiritual operan sobre distintos niveles
de conciencia. Por ejemplo, en el Budismo no
encontramos ninguna referencia a cómo superar un
desequilibrio surgido de un parto problemático, ni a
cómo superar una fijación patológica generada por
un desarrollo anormal de la fase edípica. Así como
tampoco podemos encontrar en ninguna psicoterapia
enseñanzas precisas para acceder normalmente a los
niveles psíquicos, sutiles o causales
(transpersonales o trascendentales) de la conciencia.
Podríamos
decir que las psicoterapias modernas se ocupan de
favorecer el desarrollo normal de la conciencia desde
el nivel 3 al 9, es decir, ayudan al proceso de
individuación (Jung). Tratan de desarrollar el ser
humano hasta el nivel máximo de autoconciencia (o
conciencia individual, conciencia de yo). En resumen,
tratan de generar egos sanos. Y esta contribución es
muy importante porque parece incuestionable el hecho
de que el paso por la autoconciencia hacia el camino
de la supraconciencia es imprescindible. Esto nos lo
hace ver el hecho de que ningún bebé puede realizar
plenamente su naturaleza de Buda. Es imprescindible
que acceda a una conciencia individualizada de adulto
maduro (nivel 9) para desde aquí acceder a la
supraconciencia (anokutara samyaku sambodhi). Por su
parte, las vías de realización espiritual están
específicamente diseñadas para favorecer el paso
desde el nivel 9 al 10, 11 o 12, es decir, favorecen
la trascendencia del ego, de la conciencia individual,
de la conciencia de separación.
Ahora
bien, surge la pregunta: ¿Es posible trascender el
ego sin que previamente este ego haya completado su
proceso natural de maduración? ¿Es posible acceder a
lo trascendental (transpersonal) cuando el individuo
no ha completado plenamente su proceso de llegar a ser
persona? ¿Es posible trascender el nivel racional de
la mente cuando este mismo nivel no ha completado su
proceso de maduración? Mi respuesta, basada en mi
experiencia, es que no.
En
Occidente, y creo que también en Oriente, existe una
gran confusión respecto a esto. Esta confusión tiene
su origen en la falta de discriminación entre los
niveles pre-personales (subconscientes) y los niveles
trans-personales (supraconscientes).
Lo
único que tienen en común los niveles pre y trans-personales
es que no son personales, es decir, en ellos no hay
conciencia de ego, de yo. No obstante, existe una gran
diferencia entre ellos: en los pre-personales la
conciencia de ego aún no ha surgido (pero debe
surgir); en los niveles transpersonales la conciencia
de ego ha sido trascendida.
Dicho
de otro modo, lo único que tienen en común los
niveles pre-racionales (subconscientes) y los trans-racionales
(supraconsciente) es que no son racionales. No
obstante, existe una gran diferencia entre ellos: en
los niveles pre-racionales, la mente racional aún no
ha surgido (pero debe surgir), en los niveles trans-racionales,
la mente racional ha sido trascendida.
Por
mi propia experiencia siento que todos los que nos
acercamos a la meditación Zen lo hacemos tratando de
aliviar algún tipo de malestar interno. Queremos
superar nuestro dolor tratando de alcanzar algún tipo
de realización espiritual y por ello practicamos
meditación, retiros intensivos, etc. No obstante, he
podido comprobar que la práctica de la meditación no
es la medicina apropiada para todas las personas.
La
meditación Zen es una práctica espiritual, una
herramienta de un poder y de un valor incalculable
para trascender el ego y la mente racional, para
acceder directamente al nivel causal (a la naturaleza
básica de la conciencia). No obstante, esta
herramienta es desaconsejable para aquellas personas
que sufren por un problema de falta de maduración del
ego, de la personalidad. De la misma manera que una
enfermedad corporal impide una práctica correcta de
la meditación Zen, también una patología emocional
o una disgregación psicológica son un obstáculo
seno y sería irresponsable difundir la idea de que la
práctica de la meditación es un elixir que cura todo
tipo de sufrimiento.
La
enseñanza de anatman (muga, en japonés: no yo) debe
ser exactamente entendida en el marco de la
psicología evolutiva. En esto, la experiencia de
Occidente tiene mucho que decir. En las comunidades
espirituales occidentales encontramos muchos
psicóticos e incluso esquizofrénicos que confunden
la doctrina de anatman con su propia conciencia
disgregada.
Conozco
a una mujer muy cercana a mí que hace unos años fue
ordenada monja Zen Soto en Europa. En el transcurso de
una sesshin, debido a la presión emocional y
psicológica que se genera en una sesshin, sus propias
tendencias psicóticas se manifestaron con fuerza y
sufrió una crísis aguda. Debido a mi amistad con
ella fui a visitarla al hospital psiquiátrico en el
que tuvo que ser internada. Había perdido la
conciencia de sí, no recordaba su pasado, ni su
personalidad, no sabía quién era. Pude sacarla del
hospital y ponerla en manos de un amigo psicoterapeuta
de prestigio, así como someterla a tratamiento de
acupuntura. Al cabo de un mes había recuperado su
estado ordinario de conciencia. Yo le aconsejé que
durante un tiempo prudencial se olvidara de la
práctica de zazen y se sometiera a un tratamiento
prolongado de psicoterapia, con el fin de poder llegar
hasta la raíz de sus rasgos psicóticos y sanar esa
herida. Ella se negó. Al sentirse fuerte de nuevo
reemprendió una práctica diaria de zazen, siguió
acudiendo a sesshin multitudinarias en las que su
maestro espiritual no practicaba un seguimiento
cercano del estado mental de sus discípulos y, al
cabo de unos meses, tuvo de nuevo otra crisis
psicótica, más fuerte aún que la anterior. Desde
entonces, sus crisis se alternan con una práctica de
meditación zen que a mi modo de entender es altamente
destructiva.
Este
ejemplo es un caso extremo, pero he podido comprobar
como existen muchísimos otros que, sin llegar a tal
extremo, siguen la misma dinámica: tratar de usar el
método de la meditación zen para resolver problemas
que no pueden ser resueltos (más bien se ven
agravados) por la meditación Zen.
El
maestro Dogen escribió en el Shobogenzo Bendowa:
«Estudiar
el Zen significa estudiarse a sí mismo.
Estudiarse
a sí mismo significa olvidarse a sí mismo.
Olvidarse
a sí mismo significa hacerse uno con todas las
existencias del Universo."
Este
Sí Mismo es espíritu, mente, emoción y cuerpo. En
esencia, vacuidad. Pero es imposible acceder a la
plena realización de la vacuidad si antes no nos
hemos realizado en tanto que cuerpo, emoción, mente y
espíritu. No podemos olvidarnos a nosotros mismos si
antes no nos hemos reconocido. No podemos abandonar el
ego si antes no hemos desarrollado un ego maduro.
Siento que es imposible realizar plenamente nuestra
naturaleza de Buda, si antes no nos hemos realizado
como seres humanos en nuestros niveles corporal,
emocional y mental. Nuestra práctica espiritual no
puede ser seguida como negación o falsa sublimación
de nuestros desequilibrios personales. No podemos usar
el perfume del incienso espiritual para ocultar el
olor y el dolor de nuestras heridas emocionales.
En
cierta ocasión, Nasrudin, un sabio loco mítico de la
tradición sufi, se encontraba a cuatro patas sobre el
suelo, de noche, cerca de una farola callejera.
Parecía estar buscando algo. Vino a pasar por allí
un amigo suyo y al verle de este modo le preguntó que
le ocurría. Nasrudin le dijo que había perdido la
llave de su casa y que la estaba buscando. Su amigo se
pudo a buscar la llave con él. Al cabo de dos horas
de búsqueda bajo la farola, el amigo le preguntó
dónde había dejado caer exactamente la llave.
Nasrudin respondió: "¡Oh, la perdí en un
callejón oscuro a tres manzanas de aquí!" El
amigo, extrañado, le preguntó entonces porqué la
estaba buscando tan lejos de donde la había perdido.
Nasrudin respondió. " ¡Aquí hay más
luz!"
A
veces nos sucede igual que a Nasrudín: no buscamos
las raíces de nuestros sufrimientos allí donde han
sido generados, y de esta forma no encontramos una
buena manera de resolverlos.
La
necesidad de comunicación.
Siento
que es importante que los líderes religiosos y los
psicoterapeutas mantengamos una buena comunicación y
un diálogo fluido. Necesitamos traducir nuestros
puntos de vistas a un lenguaje común que nos permita
entendernos y colaborar juntos en pos de una vida
humana digna y libre de muchos sufrimientos. Juntos
podemos comprender más y mejor que separados. La
competición y la arrogancia intelectual deben dar
paso a una colaboración multidisciplinar que nos
permita comprender amplia y profundamente las raíces
del sufrimiento humano y nos ayude a perfeccionar las
herramientas que ya tenemos para resolverlos.
Un
ejemplo lo tenemos en la construcción de una casa. La
colaboración y el trabajo sincronizado de muchos
especialistas nos permite construir una hermosa casa.
Tenemos los albañiles se ocupan de la cimentación y
de la estructura básica, los carpinteros hacen su
trabajo, así como los fontaneros, los electricistas,
los especialistas en calefacción o en instalación de
energía solar, etc. Todo ello es diseñado y
supervisado por el arquitecto, etc.
Los
psicoterapeutas deben revisar sus prejuicios
racionalistas y aceptar la dimensión espiritual de la
vida humana. Deben orientar a sus pacientes hacia esta
dimensión espiritual y de ninguna manera
patologizarla. Porque la evolución humana no acaba en
un ego bien estructurado ni en un individuo bien
integrado en su sistema social, sino que se abre
imprescindiblemente hacia la trascendencia.
Por
otra parte, los líderes religiosos debemos
desarrollar una vida espiritual sana y realmente
trascendente. Tenemos que aprender a distinguir las
causas del sufrimiento de las personas que acuden a
nosotros buscando auxilio espiritual y tener la
humildad de reconocer los límites de nuestros
conocimientos y de nuestras capacidades. Si por
ejemplo acude alguien a nosotros buscando alivio para
su dolor de muelas, no se nos ocurre decirle que
practicando meditación o recitando el Sutra del Loto
su dolor va a desaparecer. Más bien, le decimos que
acuda a un dentista y, una vez sanada su dolencia,
entonces podemos aconsejarle practicar meditación o
recitar algún texto sagrado.
Con
el dolor emocional y psicológico ocurre lo mismo. Por
supuesto que las palabras compasivas de un sacerdote
son siempre benefactoras y actúan positivamente sobre
el alma de las personas, pero en muchos casos no basta
con palabras compasivas: es necesario utilizar una
herramienta exacta que permita la comprensión y la
solución de un dolor concreto.
Siento
que, más allá de la división del planeta en
Occidente y Oriente, debemos utilizar los
conocimientos y las experiencias tanto de Oriente como
de Occidente para hacer que esta tierra y esta vida en
la que vivimos aquí y ahora sea cada vez más
realmente la Tierra Pura del Buda.
Siento
que las psicoterapias y las vías espirituales deben
trabajar juntas en la consecución de esta Tierra
Pura.
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