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María Montero-Ríos comienza planteando la pregunta eje de la mesa: ¿Cómo se concibe 'lo energético' desde el Budismo Zen y la Orgonomía?
Dokushô Villalba toma la palabra:
Quiero dar las gracias a Xavier Serrano y a la Es.te.r por facilitarnos
y permitirnos este encuentro entre los profesionales de la psicoterapia
y la gente que está trabajando en la psicoterapia y la gente que
estamos trabajando en vías espirituales Siento que es un acercamiento
muy necesario. Es importante encontrar un paradigma que aúne, que
unifique ambas manifestaciones del ser humano en un paradigma unitario
y global y el hecho de tener este espacio es algo muy importante para
ello.
La energía, o lo energético, es la clave en este encuentro. Energía,
materia, mente, cuerpo, conciencia, emociones, espíritu... ¿Qué es todo
esto? ¿Podemos encontrar algún tipo de hilo que nos permita comprender
todas estas manifestaciones de la vida humana dentro de un contexto
amplio y global?
Quiero comenzar haciendo referencia al experimento en física cuántica
de Paul Durac. Este físico francés fue uno de los padres de la física
cuántica. Para realizar este experimento hizo primero el vacío en un
espacio determinado. Después inyectó una cierta cantidad de energía y
estudió el movimiento, la dinámica de esta energía.
Esta energía en principio invisible y amorfa, rápidamente se concentró
en una partícula material subatómica y esta partícula subatómica
rápidamente volvió a desintegrarse como corpúsculo y adquirió de nuevo
la forma de energía, de onda. Este experimento fue muy importante para
comprender la naturaleza del mundo material.
Nosotros aquí, por ejemplo, cuando vemos una mesa o cuando vemos un
pilar, lo vemos como algo finito, acabado, estable, continuo en el
tiempo; y sin embargo, esto que nosotros llamamos 'materia inerte' esta
pulsando también, está continuamente pulsando, está vivo, entendiendo
como vida todo aquello que pulsa, que se mueve.
Los constituyentes subatómicos de cualquier forma material están
continuamente pulsando, y esta pulsación tiene dos polos principales:
por una parte: transformación de la materia en energía; por otra:
transformación de la energía en materia.
La pulsación, esta polaridad, descubierta por la física cuántica
recientemente era algo conocido por experiencias, no de manera
científica, por las antiguas tradiciones espirituales de Oriente,
especialmente por el Taoísmo y también por el Budismo. En el Taoísmo se
llama yin-yan, la pulsación fundamental; en el Budismo es la base misma
de la sabiduría descubierta y enseñada por el Buda Shakyamuni. En el
Sutra de la Gran Sabiduría (Maka Hannya Haramita Shingyo, en jap.)
encontramos la siguiente frase:
Shiki soku ze ku. |
. |
Ku soku ze shiki. |
El término KU designa la vacuidad, la naturaleza misma de todo el mundo
manifestado. SHIKI designa los fenómenos, la realidad fenomenal, todo
aquello que podemos percibir, ver, oler, medir, sentir. Esta frase es
fundamental en el Budismo. Viene a decir que la vacuidad -ku- se
convierte continuamente en fenómeno -shiki- y que los fenómenos se
convierten continuamente en vacuidad; esto es exactamente idéntico al
experimento de Paul Durac., De la vacuidad surge un movimiento, una
energía que se manifiesta también en el mundo humano, una energía que
llena el cosmos entero. Es la energía cósmica, la vitalidad cósmica. La
vida humana es fruto de este energía cósmica.
En la vida humana esta energía se articula principalmente en cuatro
niveles: corporal, emocional, mental y espiritual.
En el nivel corporal, la energía vital se vuelve tan densa que se
materializa, se cosifica, se solidifica.
El nivel emocional expresa la capacidad que tiene la energía para
moverse. Aquí nos encontramos la energía organizada como movimiento,
como creatividad, es decir, en su función dinámica. Está bien recordar
respecto a esto que el término 'emoción' está emparentado
etimológicamente con el término 'movimiento'. Ambos proceden del latín
'motus'. Esto es fácilmente comprensible. Nos movemos impulsados por
aquello que nos motiva, que nos emociona, ya sea por una motivación
positiva de deseo, de amor, de apego, o por una emoción negativa de
rechazo y de aversión.
El tercer nivel en el que la energía cósmica se organiza en la vida
humana es el mental. La mente humana es la manifestación de la
capacidad que tiene la energía de operar sobre sus propios procesos
mediante la reflexión, la cognición intelectiva y la acción surgida de
tal conocimiento..
Debido a nuestra capacidad reflexiva y cognitiva, los seres humanos
tenemos la capacidad incluso de operar sobre muchos procesos
energéticos, tanto humanos como no-humanos. Esto representa un nivel de
organización energética superior, - mas complejo- por ejemplo, al que
poseen los seres del reino mineral, vegetal y del resto del reino
animal. Esta mente debe ser considerada, pues, como otro nivel de
manifestación de la energía cósmica fundamental.
El último nivel es el espiritual, el nivel de la conciencia. Desde este
punto de vista, podríamos definir la conciencia como 'la capacidad que
tiene la energía de ser ella misma, de verse a ella misma, de ser
consciente de ella misma, en definitiva de ser, es decir de alcanzar su
máxima identidad".
En la vida humana, la energía cósmica va articulándose desde los
niveles de organización más simples a los evolutivamente más complejos.
Esto es, desde el primigenio óvulo fecundado hasta el estado de un Buda
plenamente despierto. En este proceso evolutivo encontramos que la
energía contenida en el óvulo fecundado va tomando, en primer lugar, la
forma de cuerpo humano. En el próximo nivel de organización aparece la
vida emocional. A continuación la vida mental y por último, la vida
espiritual, o la aparición de una conciencia superior de ser.
En el Budismo se dice que la naturaleza esencial de nuestra vida es la
conciencia. La vida es conciencia, surge de la conciencia y desemboca
en la conciencia. El término 'conciencia' debe ser entendido aquí tanto
como origen de la energía como la forma más elevada de energía, su
último nivel de organización.
En el Budismo esta conciencia recibe también el nombre de Clara Luz, o
Luz Original. Esta es nuestra auténtica naturaleza. Esto es lo que
realmente somos. Esta Clara Luz que somos aquí y ahora no es estática.
Mas bien es pulsátil. Pulsa. Esta pulsación oscila entre dos polos:
máxima densificación (movimiento hacia la materialización, energía
trasformándose en materia) y máxima sutileza (materia transformándose
en energía).
El instante de la concepción de una nueva vida humana puede ser así
entendido como el momento en el que una cierta cantidad de energía
alcanza su máximo nivel de densificación, de materialización. La
energía acaba de convertirse en materia, la onda acaba de convertirse
en corpúsculo.
En el momento de la concepción, una cierta cantidad de energía cósmica
difusa se concentra en un corpúsculo muy pequeño, cuyo potencial es
fuertísimo, con una densidad material enorme, tan enorme que a partir
de él se van a desplegar todas las potencialidades de la vida humana
(incluso la potencialidad de destruir el planeta).
A partir del óvulo fecundado, la energía contenida en él va a
experimentar un proceso evolutivo en el que cada nuevo nivel de
organización alcanzado será superior (mas complejo) que el anterior.
Estos niveles son modalidades de ser. En cada uno de esos niveles, el
ser se siente, se percibe a sí mismo de manera distinta. Estas
distintas maneras de percibirse a sí mismo vienen dada por los
distintos niveles de organización que la energía va adoptando en su
proceso evolutivo.
Siguiendo la psicología evolutiva hablamos del ser perinatal
(gestación, nacimiento); del ser físico-sensorial (aparición de la
conciencia de ser un cuerpo separado del cuerpo de la madre); del ser
emocional-libidinal; del ser mente representativa; del ser mente
operacional; del ser mente reflexivo-formal; del ser mente
lógico-existencial; del ser espiritual; del ser plenamente despierto a
la conciencia de ser lo que realmente es, es decir, Clara Luz, Energía
Pura.
Este proceso que va desde la concepción hasta la Clara Luz es un
movimiento de reabsorción de la materia en Pura Energía.
El proceso que va desde la Clara Luz hasta la concepción es un
movimiento de transformación de la Pura Energía en materia, de
densificación, de materialización.
Creo que una vez aquí ya podemos vislumbrar los interesantes puntos de
contactos que hay entre el descubrimiento de la pulsación vital de
Reich, las teorías de la física cuántica y la enseñanza tradicional del
Budismo Zen: la energía cósmica se manifiesta siempre en forma
pulsátil. La vida humana, al ser una expresión de esta energía cósmica,
también sigue este movimiento pulsátil. Para Reich, las patologías
físicas, emocionales y mentales (y todos los sufrimientos que
ocasionan) responden a un disfuncionamiento (impedimento) de la
pulsación energética que en un individuo humano sano se da de forma
espontánea y natural.
Según yo lo entiendo, la tarea que Reich emprendió fue la de
restablecer mediante su terapéutica esta capacidad pulsátil de la
energía, a nivel corporal, emocional y mental.
Para los físicos cuánticos, la energía en forma de ondas está
continuamente transformándose en energía en forma de corpúsculos, y los
corpúsculos están continuamente transformándose en ondas. Esta es la
pulsación básica del mundo subatómico, es decir, la pulsación básica de
nuestra realidad.
Para el Budismo Zen, la vida está continuamente transformándose en
muerte y la muerte en vida. La vacuidad se vuelve fenómeno, los
fenómenos se vuelven vacuidad.
Según un viejo principio hermético: "Lo que es arriba es abajo. Lo que es abajo es arriba".
Combinando todo esto podríamos resumir diciendo: Desde el macrocosmos
al microcosmos, la energía vital pulsa desde un máximo nivel de
sutileza (máxima expansión de la energía) hasta un máximo nivel de
densidad (máxima concentración de energía). Encontramos que este
principio es válido en cada uno de los niveles de organización de la
energía, desde las amebas, las partículas subatómicas, las galaxias,
las estrellas, el cuerpo humano, las emociones humanas, la mente humana
hasta el pleno despertar de la Conciencia. Favorecer la evolución es
favorecer la pulsación de la energía en cualquiera de sus niveles de
organización.
Desde el punto de vista del Budismo Zen, la energía cósmica pulsa o
gira continuamente en la llamada Rueda de la Vida y de la Muerte o
Rueda del samsara: desde la Clara Luz, o principio y fin de todo
proceso energético, (máximo nivel de sutileza) a la concepción (máximo
nivel de densidad); y desde la concepción hasta la posibilidad de
reabsorción en la Clara Luz que sobreviene con la muerte.
Para el Budismo Zen, el tomar conciencia de que somos Clara Luz y el
vivir y el morir de acuerdo a ello es la meta última de la vida humana.
El objetivo de la práctica espiritual consiste así en desarrollar esta
conciencia, en despertarse a ello. El Buda Shakyamuni enseñó que la
existencia humana es sufrimiento cuando se vive en la ignorancia.
Ignorancia significaría en este contexto la negación de la pulsación
energética vida-muerte-vida-muerte, o energía-materia-energía-materia,
o carga-descarga-carga-descarga. Al apegarnos a un estado momentáneo de
la energía, los seres humanos tratamos de paralizar el proceso
energético que por su propia naturaleza es dinámico y pulsátil. La
enseñanza el Buda tiene como fin el ayudarnos a disolver el apego a
nuestra existencia de seres individuales (corpúsculo) y despertarnos a
nuestra verdadera realidad: somos un proceso energético o energía
dinámica (onda). Somos ondas de energía que eventualmente adoptan la
forma de cuerpo, emoción, mente y conciencia.
Tal y como yo lo siento, creo que la terapia reichiana también tiene
como fin el desbloquear las tensiones mentales, emocionales y
corporales a fin de que la energía vital pueda vibrar y pulsar
naturalmente en el individuo.
Tanto Xavier como yo somos de la opinión, y nuestra experiencia en
nuestros campos respectivos lo avalan, de que cuando la energía vital
fluye naturalmente a nivel corporal, emocional y mental,
espontáneamente tiene lugar en el individuo una apertura a lo
espiritual, a lo trascendente, ya que se comprende vivencialmente que
somos mucho más que un cuerpo y una estructura emocional-mental.
Por ello creo que el despertar a la vida espiritual es el resultado
último de cualquier proceso terapéutico integral y completo.
A la inversa, creo que no se puede desarrollar una vida espiritual
completa e integral cuando la energía vital no pulsa óptimamente en los
niveles básicos del ser como son el corporal, el emocional y el mental,
de la misma manera que las aguas de un río no pueden desembocar
espontáneamente en el océano cuando su curso ha sido interrumpido en
algún punto de su recorrido.
Por ello siento que entre este enfoque psicoterapéutico y espiritual no
hay contradicción, sino una profunda complementariedad. La psicoterapia
se ocupa de desbloquear la pulsación de la energía vital en ciertos
niveles del ser (corporal, emocional y mental) y las vías espirituales
hacen lo mismo en otro nivel (espiritual).
Para terminar, me gustaría resumir diciendo que todos los niveles del
ser (corporal, emocional, mental y espiritual) son la manifestación de
la misma energía cósmica, la cual se organiza en cada uno de estos
niveles siguiendo una dinámica pulsátil concentración-expansión,
simplicidad-complejidad, condensación-disolución, carga-descarga.
En el momento de la muerte, toda la energía concentrada - condensada en
el individuo (corpúsculo) se expande-disuelve en el río de la energía
cósmica (onda) que antecedió al nacimiento del individuo y sucederá a
su muerte. A su vez, esta energía en forma de onda volverá a
materializarse en un corpúsculo concreto en el momento de la
concepción. Esta es la Rueda de la Vida y de la Muerte. Este es el
flujo universal de la energía.
Todas las disciplinas humanas que favorezcan el conocimiento, la
aceptación y la fluidez de esta realidad prestan una ayuda inestimable
a los seres humanos. Siento que este es el caso de la terapia reichiana
tal y como la enseña Xavier Serrano y del Budismo Zen tal y como lo
estoy transmitiendo.
Ahora estaría bien que oyéramos el punto de vista de Xavier Serrano.
Xavier Serrano toma la palabra:
W.Reich desarrolla a partir de los años 40 un trabajo que se da a
conocer con el nombre de Orgonomía. La Orgonomía, se centra en el
estudio de la energía vital y su aplicación en las distintas parcelas
de la vida. Reich definió a esta energía como orgón. Su trabajo de
investigación, con su equipo, le lleva a lanzar unas hipótesis
revolucionarias, y van elaborando una metodología para la aplicación de
estos conocimientos pluridisciplinarios
desde una óptica epistemológica. Es lo que Reich llamó funcionalismo
orgonómico. Este es bastante desconocido, entre otras cosas porque gran
parte de lo que corresponde a esta parcela de su saber, no está ni
siquiera traducido a otros idiomas que no sea el inglés. Incluso en
inglés, parte de él, está microfilmado.
Desde esta óptica, el funcionalismo orgonómico es desde donde yo voy a
hablar. Qué nos dice el funcionalismo orgonómico: La vida humana se
percibe como una vida muy especializada, con una estructuración muy
especializada de la energía cósmica. Formamos parte de un todo. Reich,
partiendo de sus trabajos clínicos, de laboratorio y de trabajo con la
primera infancia se fue acercando a la idea y a la percepción de la
pulsación biológica como el movimiento básico de la energía vital. Esta
pulsación biológica es la que permite dentro de una dinámica con una
función y unos objetivos específicos desarrollar la vida humana como
cualquier otro tipo de vida. Un quantun energético se encierra en una
membrana y a través de lo que Reich llamó proceso de superposición
energética, desarrolla vida y en una materia concreta y unas funciones
concretas. Ese proceso de estructuración energética especializado dará
como consecuencia el animal humano. El animal humano tiene
particularidades, la fundamental es la capacidad de amar. Esa capacidad
de amar y de vivir la sexualidad amorosa está íntimamente vinculada al
movimiento de pulsación biológico porque la capacidad de amar es lo que
, instintivamente, nos aproxima a lo vivo y a aquello de lo que
formamos parte todos.
En esta estructuración energética especializada hay unas funciones
psíquicas, cognitivas, mentales y unas funciones somáticas corporales.
Dentro de lo corporal entra lo emocional, el sistema nervioso
vegetativo.
Es la armonización de dichas funciones, desde el punto de vista de
Reich, lo que permite hablar o permitiría mejor, hablar de salud de
equilibrio y de contacto. La capacidad de contacto no es ni más ni
menos que la posibilidad de, manteniendo nuestra particularidad de
animal humano que nos diferencia de otros seres vivos, estar en
contacto con aquello que nos da vida, mantiene la vida y a lo que
volvemos, que es el océano cósmico.
Esta síntesis armónica de funciones es algo a conseguir como objetivo
de salud y como objetivo de vida. Sería la síntesis del cielo y la
tierra, es decir el poder desarrollar las funciones específicas de un
humano al mismo tiempo que las funciones específicas de lo vivo con una
percepción de la realidad holística, percibiendo la realidad de una
forma no disgregada, no parcializada. (Carácter genital).
En el fondo, esta dinámica nos permite, repito, desarrollar una visión
global donde entran todas las facetas de lo humano. Y cuando se habla
de las facetas de lo humano no hablo de la palabra espiritual porque
para mi la palabra espiritual está implícito en esa capacidad de
contacto. Cuando existe contacto existe capacidad de sentir la vida, de
sentir el océano energético y a eso nosotros lo identificamos con el
término de espiritual.
La corriente energética libre nos permite la integración de funciones
específicas, del animal humano y las funciones vitales de vida y
energéticas en general.
Pero por desgracia nosotros estamos, como todo lo vivo, influidos por
un ecosistema. Ese ecosistema condiciona la potencialidad de lo vivo.
Si una planta no se riega se muere o si a un árbol no le damos el
suficiente cuidado, como decía Reich, crece torcido. Concretamente el
animal humano está bastante torcido desde hace miles de años. El animal
humano se distingue por su capacidad no de amar sino de destruir su
realidad cotidiana, su potencialidad.
Cuando la pulsación energética, los procesos instintivos, se ven
limitados, se ven manipulados, se ven condicionados desde la vida
intrauterina por dinámicas familiares , dinámicas sociales, culturales,
que están lejos de lo que es el principio o los principios de la vida,
se crea una estructuración energética alterada que tiende a separarse
lo menos posible de su funcionalidad pero que necesariamente para
adaptarse, tiene que compensarse, y esto significa siempre una cierta
desestabilización, una cierta distorsión. Esa distorsión la mantiene lo
que Reich describió como “coraza”.
La coraza caractero-muscular está evitando la integración de funciones
psicosomáticas y por lo tanto limitando el contacto con lo vivo y con
el océano energético. Esa imposibilidad de contacto crea una distorsión
perceptiva.
Dejamos de ver lo objetivo y la realidad de la vida para tener visiones
de la vida mecanicistas o místicas, (separando lo que es el misticismo
de lo que es la espiritualidad) Porque estructura de carácter significa
sobre todo parcialización, especialización de funciones parciales. Así
si desarrollamos más las funciones somáticas corporales, entonces vamos
a ser personas muy emocionales y muy activas y las funciones cognitivas
estarán menos desarrolladas. O vamos a desarrollar mucho las funciones
cognitivas y como consecuencia nuestro cuerpo no va a jugar ningún
papel porque no nos va a interesar, ni tampoco las emociones. También
podemos desarrollar algunos aspectos específicos energéticos, pero sin
integrarlo con las funciones cognitivas, como capacidades mediúmnicas o
intuiciones transcendentales, pero con una vida emocional y psíquica
desastrosa. Lo difícil es encontrar el equilibrio, y siguiendo a Reich
la integración de funciones, la armonía y el equilibrio de las
distintas particularidades de lo vivo en el caso concreto de lo humano.
Junto a las particularidades de cada estructura de carácter, algo que
va a ser general para todas, es la tendencia al embrutecimiento.
Llevamos una dinámica que nos va separando cada vez más de lo esencial,
de aquello que es la esencia de la vida, porque la coraza, la
percepción, los filtros nos impiden llegar al fondo, al núcleo. Esto es
lo que Platón describe en el mito de la caverna, refiriéndose a estar
en la sombra.
María Montero-Ríos:
¿Cual es el medio, cual es la forma para salir de esa dinámica de
contracción, de embrutecimiento y de ir hacia el amor, la expansión y
la integración de funciones: emoción, espiritualidad, humanidad?.
Xavier Serrano:
El problema con el que nos encontramos es saber como podemos acercarnos
a conocer las particularidades del animal humano ya embrutecido con su
coraza y en un ecosistema concreto, cómo podemos acercarnos a conocer
las relaciones entre lo cultural y lo biológico. Qué elementos son
aquellos que más distorsionan y más fomentan la formación de la coraza
y qué tiene que ver todo eso con las dinámicas clínicas y las
enfermedades.
De alguna manera
somos ángeles caídos, desterrados de algo, que en el fondo no es ni más
ni menos que la posibilidad de contacto con la vida y la armonía. Y
esta posibilidad de volver al paraíso pasa necesariamente por
desarrollar tres elementos:
a)
por una parte serían necesarios cambios vinculados al ecosistema
social, aquí entra todo lo que tiene que ver con el conocimiento de las
dinámicas preventivas a nivel infantil, la educación, qué forma de
educación tiene que estar más acordes para que el niño y la niña vayan
encontrando, o mejor dicho, no vayan perdiendo, ese contacto y esa
capacidad específica de sentir la vida y por lo tanto de que se
desarrolle la vida; qué medios sociales e incluso ecológicos permiten
que haya una armonía entre la natura y la cultura.
b)
Acercándonos a utilizar medios de cambio que nos permitan recuperar esa
capacidad de contacto, y para eso que duda cabe de que tenemos que
darnos cuenta sobre todo del ritmo biológico. El ritmo biológico
facilita un mayor contacto o un mayor embrutecimiento, y es individual.
Hay ritmos que van contra la natura de cada persona -generalmente es lo
que hacemos - y eso va aumentando la dinámica de embrutecimiento, de
incomunicación y de aislamiento y por lo tanto de miedo, y el miedo
lleva a acorazarse más todavía.
c)
Y luego hay otro elemento específico que es la vía terapéutica, la
psicoterapia, o mejor, ciertas psicoterapias entre las que estaría, la
vegetoterapia caractero-analítica (orgonterapia) que yo represento, que
nos permitan recuperar la potencialidad que existe en todos-as al
romper la coraza dejando que el propio yo se expanda y recuperando la
capacidad de contacto, de percepción oceánica y de abandono orgásmico.
Ahora bien, suponiendo que estamos consiguiendo esa dinámica personal,
de aproximación a un mayor contacto y a un mayor equilibrio, creo que a
nivel cotidiano hay una serie de factores fundamentales para
potenciarlo y que he dividido en cuatro para ser pedagógico, pero que
duda cabe que van todas a la par.
a)
Uno de ellas sería el silencio, la posibilidad de encontrarnos con
nuestro propio momento, con nuestro aquí y ahora; el silencio supone
encontrarse con el infierno que llevamos dentro cada uno y preguntarnos
que medios utilizar para andar a lo largo de ese infierno. Silencio
supondría por tanto facilitar lo que normalmente no hacemos, que es el
mantener contacto con uno mismo. La meditación es un medio.
b)
Otro elemento fundamental es el contacto con la naturaleza en su
globalidad, (los principios animistas o chamánicos según veamos);
potenciar la aproximación a aquello de lo que somos parte; poder llegar
a sentir que somos parte de eso.
c)
Darnos cuenta de que lo cotidiano, el día a día y lo que cada uno hace
nos está enseñando continuamente las verdades de la vida. Hay una frase
de un situacionista francés que dice "hay más verdad en 24 horas de la
vida de una persona que en todos los tratados de filosofía"; si
nosotros sabemos verlo podemos aprender de cualquier cosa que nosotros
realicemos o que ocurra a nuestro alrededor. Si sabemos mirar sintiendo
lo vivo podemos tener tesoros que no cuestan dinero: el viento, el sol,
la lluvia, el contacto con lo cotidiano a través del trabajo, a través
de las vías del conocimiento, a través de los hijos, del crecer de
nuestros hijos-hijas, de la amistad, son elementos que nos deberían
acercar a la vida, al contacto con la vida.
d)
Y por último, y termino, el contacto con “un otro o una otra” que
permite la posibilidad de abandonarse, de sentir el amor vinculado a lo
humano y que es lo que Reich describió como el punto que permite la
posibilidad del abrazo genital de la capacidad de entrega y de amor a
una persona, y de vivir también un mayor contacto con la vida a través
de la experiencia orgásmica, de la experiencia de perderse en el otro,
del placer, a partir de la elección y la entrega.
Cuatro elementos desde mi punto de vista que permitirían una globalidad
del ser que de forma evolucionada y con unas vías de aprendizaje, para
que quizás luego veamos cuales son, permitirían recuperar algo que está
ahí y que es la esencia de lo humano.
Dokushô Villalba:
Desde el punto de vista del Budismo, el principal bloqueo de nuestros
sentimientos viene dado por lo que se llama la ignorancia. Ignorancia
es lo que nos impide conocer las respuestas a preguntas como ¿qué es el
proceso cósmico? ¿qué es nuestra vida y como funciona? Usamos la mayor
parte de nuestra energía vital disponible en la lucha por la
supervivencia. Vivimos con una conciencia de supervivientes. En esta
supervivencia experimentamos muchas clases de sufrimientos en los
cuatro niveles de nuestro ser: sufrimientos corporales, emocionales,
mentales y espirituales. Desde mi punto de vista, esta ignorancia se
manifiesta de muchas maneras, pero en nosotros y en todos los que
vivimos en civilizaciones dominadas por valores occidentales, la forma
más características de esta ignorancia es la de 'confusión mental'.
Las culturas occidentales están atrapadas en el nivel mental, esto
quiere decir que vivimos confundidos por los conceptos y las imágenes
mentales que generan nuestra mente, que reaccionamos más a las imágenes
mentales que a las cosas en sí. Por ejemplo, reaccionamos más con el
término árbol, con la palabra árbol, con la imagen mental que tenemos
de un árbol que con el árbol en sí.
Las civilizaciones occidentales propulsan un hiperdesarrollo de la
mente conceptual, en perjuicio de los demás niveles de nuestro ser, a
saber: corporal, emocional y espiritual. Esto conduce a un estado de
enajenación general puesto que somos cuerpo, emoción, mente y espíritu.
Al estar atrapados en el nivel mental todo lo reducimos a los conceptos
y a las imágenes que nuestra mente pueda crear. Por ello vivimos
alienados, separados de nuestro cuerpo, de nuestras emociones y de
nuestro espíritu.
El ego es la imagen que cada uno tiene de sí mismo, pero que la mayor
parte de las veces esa imagen no tiene nada que ver con lo que uno es
realmente. La imagen que cada uno tiene de sí mismo ha sido
condicionada por la educación, por el sistema social y cultural. Según
esto, cuando cualquier ser humano occidental se mira a sí mismo,
resulta que la imagen que tiene de sí mismo no tienen en cuenta su
funcionamiento corporal, muchas veces ni siquiera su vida sexual, no
está incluida su capacidad emocional, y no están incluidas sus
necesidades y tendencias espirituales.
La práctica del Zen es una vía para romper esa imagen mental ilusoria,
falsa que tenemos de nosotros mismos y por ende de la realidad.
La práctica del Zen está basada básicamente en la práctica de la
meditación donde los cuatro niveles del ser están incluidos y son
desarrollados. Es una práctica de meditación en la que la postura
corporal es absolutamente importante. En principio para los
occidentales esta postura nos resulta muy difícil. ¿Porqué? Porque no
tenemos conciencia corporal, porque no conocemos nuestro cuerpo, porque
no estamos en contacto con nuestro cuerpo. Lo primero que una persona
se encuentra cuando se sienta a hacer Zazen es que la mente está
disparada. Tenemos diarrea mental, hiperproducción conceptual. Además
de esto, tenemos por ahí una cosa pesada y densa que se resiente por
todos lados: el cuerpo. Y de pronto uno se dice: "¡Anda! ¡Pero si tengo
un cuerpo!”.
La práctica de la meditación en zazen es el punto clave para romper esa
imagen ilusoria que tenemos de nosotros mismos, eso que hemos llamado
ego. Por una parte, zazen nos ayuda a tomar conciencia de nuestra
naturaleza emocional y corporal y, por otra parte, nos permite
trascender el funcionamiento conceptual, la mente cognitiva, para
acceder a un reino de ser y de existencia que podemos llamar espiritual
o transpersonal , y que tiene sus reglas específicas, sus reglas
cognitivas específicas distintas de la mente racional y conceptual.
La meditación Zen, por una parte, nos ayuda a tomar conciencia de los
niveles evolutivamente anteriores que hemos reprimido u olvidado como
son el corporal y el emocional. Debido a esto, la práctica de la
meditación nos puede hacer ver que hay lesiones importantes en nuestro
desarrollo, en nuestra conciencia corporal y emocional. Si esto es así,
entonces es necesario un tratamiento específico. Este tratamiento es el
que proporciona la psicoterapia.
Por otra parte cuando hemos producido la integración personal
necesaria, entre el cuerpo, la emoción y la mente, y hemos establecido
un equilibrio justo y armónico real entre esa tríada, la práctica del
Zen nos permite acceder a los reinos superiores de nuestro ser
(superiores en cuanto de mayor nivel de complejidad, mayor nivel de
sutileza y mayor nivel de acercamiento a nuestra auténtica naturaleza).
Y es por esto por lo que pienso que es muy importante que los
profesionales de la psicoterapia, los que se ocupan de favorecer una
conciencia justa, corporal, emocional y mental y la gente que estamos
trabajando en las vías espirituales, encontremos un lenguaje común para
que nos demos cuenta de que el ser humano es una totalidad y que cada
uno está trabajando un aspecto de esa totalidad, para que todos
nosotros como seres humanos normales, mortales, tomemos conciencia de
nuestra globalidad y de lo que estamos haciendo aquí.
María Montero-Ríos:
¿Cuál es vuestra opinión sobre la función y la posición del
psicoterapeuta y la del maestro espiritual? ¿Como podría darse un
diálogo entre ellos? ¿Cómo ayudar a los demás a recuperar el contacto
consigo mismo y la propia globalidad?.
Xavier Serrano:
Yo retomaría el discurso de la parcialización conociendo que nuestra
dinámica social está basada en la parcialización de las funciones, o en
la especialización de funciones separadas. Lógicamente, aparecen
especialistas de cada cosa y cada vez hay más especialistas y cada vez
está todo más disgregado. Es muy positivo que haya especialistas de
cosas siempre y cuando esto vaya acompañado de una metodología que nos
permita integrar los conocimientos de esas especialidades tan dispares.
Es la línea de F.Capra con “el nuevo paradigma”. La posibilidad de
interaccionar entre los saberes parciales. Algunas verdades parciales,
al estar separadas se convierten en grandes mentiras, pero esta
interacción funcional solamente podremos conseguirla desde la
perspectiva de trabajo en equipo. Con el reconocimiento de la función y
el saber del otro en vistas a un objetivo común que es del bienestar.
Bienestar, eso supone romper ya de por sí dinámicas neuróticas de
competitividad, dinámicas narcisistas, dinámicas paranoicas, diría yo,
incluso, que impiden el que pueda haber aproximaciones de lenguajes,
traducciones de lenguajes, que podamos entendernos dejando la torre de
babel donde hablamos idiomas muy distintos porque hemos perdido la
posibilidad de hablar la lengua común.
En esa posibilidad de aproximación es de la que parten ciertas
corrientes holísticas, y donde nosotros estamos participando. De ahí la
necesidad de introducir en nuestro trabajo, especializado si queréis
como clínicos, como profesionales de la salud, a personas, paradigmas,
especialistas que tienen que ver con esa visión, respetando su propia
identidad.
Dentro de esta dinámica, epistemológicamente amplia y global, hay pocos
psicoterapeutas que tengan esta visión. Si el psicoterapeuta clínico
aborda a una persona desde una visión mecanicista o parcial, el
tratamiento será parcial y mecanicista. Si tiene visión holística del
animal humano, se acercará desde un punto holístico. Necesitará estar
constantemente conociendo cosas y no solamente conociendo mentalmente,
es fundamental, por lo tanto, la propia y continua experimentación
personal del psicoterapeuta para poder colocarse en una posición, en un
plano, que permita estar con el otro y utilizar medios que permitan a
su vez adelantar y hacer avanzar al otro en un camino que el
psicoterapeuta debe haber conocido previamente, no sólo por los libros
sino por la propia experiencia, por la propia vivencia y por el propio
proceso psicoterapéutico y de maduración personal. Por ello en nuestra
escuela todo orgonterapeuta, junto a una formación de años con cursos,
seminarios de casos y supervisiones clínicas, realiza su propia terapia
con un orgonterapeuta cualificado.
Siguiendo el paradigma reichiano, esto es lo que pretende nuestro
equipo de trabajo pluridisciplinario, de trabajo orgonómico: liberar a
las personas de esta situación de embrutecimiento, poner unos medios
que difícilmente uno mismo solo puede poner.
Hay que ser lo suficientemente humildes para reconocer que uno solo
está tan embrutecido que sin ayuda en muchos momentos no puede salir de
su propia ceguera y a veces esa salida pasa por una ayuda clínica, por
una ayuda terapéutica, siempre y cuando esa terapéutica tenga una
visión global.
Vuelvo a insistir en esto, porque sino es peor el remedio que la
enfermedad. Ponerse en tratamiento, buscar una ayuda de un
psicoterapeuta que tiene una visión mecanicista de las cosas es, en
algunos de los casos, peor. No porque a lo mejor no os alivie, puede
aliviaros, pero os separa del camino de la verdad y puede bloquear el
contacto y la percepción energética y emocional. Y no me toméis esto
como palabras proféticas, que es lo que menos pretendo. El camino de la
verdad pasa, muchas veces, por encontrarse con el infierno, y a lo
mejor no tenemos porque tener tanto miedo a la crisis, o al conflicto,
o al sentimiento de soledad o de desesperación, o al dolor, o a la
enfermedad, porque eso nos está hablando del punto en donde estamos,
eso os está diciendo donde estamos posicionados respecto a la
posibilidad mayor o menor de acercarnos al conocimiento. Conocimiento
con mayúscula. A partir de la crisis surge la transmutación y el cambio.
Nosotros como post-reichianos, ponemos medios que favorezcan éste
cambio. Aumentando la capacidad de contacto, permitiendo que la persona
esté más próxima al conocimiento de su esencia y a entrar en contacto
con sus potencialidades; y a partir de ahí, la propia persona va a
tener que curtirse, va a tener que saber mantener y estar en constante
lucha con un medio que es nocivo contra ese principio que es contrario
a ese camino, que es el medio social. La salud se conquista día a día,
la salud se mantiene día a día, y para trabajar en ese día a día
necesitamos medios y a partir de la regulación energética, del
equilibrio que aporta el terapeuta podamos mantener e incluso crecer en
esa dinámica de descubrimiento, evitando la ignorancia como decía
Dokushô, y a partir de ahí surge la necesidad funcional de aproximarse
al conocimiento de personas como Dokushô Villalba, que con su
experiencia espiritual y una visión holística, tolerante y abierta
pueden aportarnos mucho a nuestro proceso de crecimiento.
Es por ello que estamos trabajando en común, sumando mi experiencia
como orgonterapeuta y mi práctica clínica con la vegetoterapia
post-reichiana y la suya como maestro espiritual con una práctica
budista zen.
Dokushô Villalba:
Respecto a esto me gustaría hablar de mi experiencia personal respecto
a lo que acaba de exponer Xavier Serrano. Desde 1982 estoy
desarrollando la función de maestro budista Zen. Durante estos años me
he encontrado con cientos de personas. En general, la gente acude a una
vía espiritual como el Zen porque está insatisfecha consigo misma y con
el tipo de vida que lleva, porque tiene algún tipo de sufrimiento,
algún tipo de inquietud que lógicamente trata de resolver y de superar.
Todos los seres sensibles buscamos la felicidad. Nadie quiere
experimentar dolor o sufrimiento. Además, dada la crisis de valores y
la aceleración del ritmo vital, mucha gente acude a los centros Zen
para aprender meditación Zen, creyendo que la meditación Zen es una
varita mágica que puede resolver cualquier malestar y sufrimiento. Al
principio de mi práctica, yo también creía que la meditación Zen era
una excelente vía para todo el mundo, independientemente de cuál fuera
la problemática de cada uno. Con el tiempo me he ido dando cuenta de
que esto no es así. Incluso he podido comprobar cómo la meditación Zen
exacerbaba ciertos conflictos y tensiones de algunas personas.
Y, aunque he podido comprobar también que yo mí mismo y mucha gente que
ha continuado la práctica de zazen durante años y año hemos alcanzados
una identidad centrada y clara y una mayor estabilidad, una mayor
felicidad, una mayor paz; aunque yo mismo he practicado meditación Zen
durante muchos años y he tenido una vida bastante intensa y rica a
nivel espiritual, me he dado cuenta de que, a pesar de todo esto,
seguía habiendo en mi personalidad ciertos aspectos o parcelas que no
terminaban de encajar. Tenía la sensación de estar caminando con una
chinita en el zapato. Durante una época adopté la estrategia de correr
más de prisa, de adentrarme más profundamente aún en el terreno
espiritual, con el fin de superar la molestia que me producía esta
chinita en el pie.
Pero llegó un momento en el que no tuve más remedio que pararme y
ocuparme directamente de la molestia. Me dije: "Mi práctica espiritual
está muy bien pero en qué estado se encuentra mi estructura emocional y
psicológica, qué hay de mis emociones, cómo son mis emociones, sobre
qué pilares está asentada mi personalidad ; y mi cuerpo, cómo me
relaciono con mi cuerpo". Y poco a poco, sobre todo a raíz del
encuentro con la obra de Ken Wilber, comencé a vislumbrar al ser como
formado por distintos niveles, como una cebolla formada por distintas
capas.
Entonces me comprometí con un proceso que podría llamar de "chequeo" de
mi estructura emocional y psicológica, una especie de indagación de mi
cuerpo, de mis emociones y de mi estructura caracterial.
Cuando leí a Maslow y comprendí las distintas necesidades del ser
humano y su integración en el marco social, espiritual, trascendente,
empecé a darme cuenta que en realidad la práctica espiritual que yo
estaba siguiendo era una medicina excelente para satisfacer un
determinado número o un determinado tipo de necesidades. Pero había
otras medicinas y había otros alimentos para satisfacer otras
necesidades igualmente legítimas de la vida humana.
He llegado a la conclusión de que mientras no tengamos un ego
medianamente integrado, una personalidad con sus componentes
corporales, emocionales y mentales medianamente integrados, mientras no
haya una cierta integración del ego con su sombra, es muy difícil
acceder a los reinos espirituales porque aunque se acceda a los reinos
espirituales, si la personalidad no está bien integrada, es muy
probable que se den lo que Xavier Serrano llama 'fenómenos místicos',
que es la deformación de la realidad espiritual provocada por un ego ya
en sí mismo distorsionado, por una personalidad ya en sí misma
distorsionada.
Desde hace varios años estoy trabajando en esta línea dándome cuenta de
que, por lo general, la mayoría de nosotros estamos atrapados en el
nivel mental representativo, conceptual. Tenemos asignaturas pendientes
en los niveles corporales, emocionales, que pueden venir de
acontecimientos ocurridos en la época perinatal, en la concepción
misma, e incluso antes, y debemos usar herramientas específicas para
recuperar esas asignaturas pendientes, pues la vía espiritual no puede
ser de ninguna manera una evasión de nuestra realidad como ser
biológico, emocional, mental y social. Por ello, ahora mi planteamiento
es mucho más global.
Esta es la razón por la que no enseño automáticamente la Vía del Zen a
todos aquellos que vienen buscándola. Previamente considero si la
persona está en un momento apropiado para recibirla.
En unos casos aliento a que se practique el Zen, a que se desarrolle
los aspectos espirituales. En otros casos aconsejo que esta práctica
espiritual se conjugue con algún trabajo personal en el terreno de lo
corporal, de lo emocional y de lo psicológico. Siento que este enfoque
holístico es fundamental.
Hay una escena muy bonita en la película “La Historia Interminable” en
la que Atreyu, el protagonista, tiene que encontrar la solución para
que el reino de Fantasía no sea desintegrado por la Nada y tiene que
atravesar una serie de obstáculos buscando esa solución. Uno de ellos
es un espejo que está situado en medio del desierto. Para mí esta
metáfora significa que debemos atravesar la realidad aparente,
abandonar el ego que creemos ser o la identidad escindida del resto del
cosmos que creemos ser. Para eso tenemos que pasar a través del espejo
y ese espejo lo primero que hace es reflejar la realidad, nuestra
realidad básica, nuestra realidad corporal, emocional y psicológica. En
la puerta de entrada al reino espiritual se encuentra un espejo como
este. Para acceder más allá es precisa una profunda recapitulación
corporal, emocional y psicológica.
Nuestro destino como seres humanos es atravesar ese espejo. Sólo
podemos hacerlo cuando hemos puesto cada uno de los niveles anteriores
de nuestro ser en orden, es decir, cuando recuperamos conscientemente
nuestro cuerpo, nuestra capacidad emocional y la condición de nuestra
mente. Entonces, podemos atravesar el espejo y penetrar en los reinos
espirituales. De lo contrario, los filtros de la personalidad van a
distorsionar también nuestra experiencia espiritual.
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